Si aceptamos la expresión popular «la vida es una broma absurda», tendríamos que asumir que el libro de cuentos Al fin, el hombre bala, de Pedro Pérez del Solar, es pura realidad. En sus historias el humor, que surge de una fina mezcla de los espacios cotidianos y referentes disparatados, se convierte en un hilarante vehículo de tensión. Cada cuento me ha permitido ver otra Lima, conocer y reconocer nuevos lugares, habitantes (ladrones, bailarinas de cabaret, empleados, etcétera); gentes que podríamos llamar común y corriente, en lugares donde lo común y lo corriente son simplemente otra cosa. Allí, donde uno está dispuesto a ir, ir con todo (Ricardo Sumalavia).
Leer un cuento de Pedro Pérez del Solar es como presenciar un truco de magia que sale mal: en vez de admirar la perfección de un milagro incomprensible, el lector de Al fin, el hombre bala quedará maravillado con las aventuras extrañas, entre raras y fantásticas, de unas criaturas entrañables y solitarias, de unas
vidas que desfilan como espectáculos de circo, de unos seres que cortejan lo imposible y acaban convertidos en héroes estrambóticos. Escritos con refrescante soltura y con un sentido perfecto de la ternura y del ridículo, estos relatos son un aporte singularísimo, por lo que tienen de lúdico y lateral, al panorama de la literatura peruana contemporánea (Luis Hernán Castañeda).